Fotografía documental de boda

Capturando lo auténtico

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¿Quién soy y como comenzó todo?

Me presento, soy Raúl, un joven de Granada que combina su pasión por la fotografía con una formación universitaria, el Grado en Farmacia. Ya desde muy pequeño - sin ni siquiera ser consciente - me sentía profundamente atraído por el mundo de la fotografía, cada vez que tenía cerca una cámara, aunque fuese la de un teléfono antiguo, no podía evitar empezar a experimentar y explorar su funcionamiento.

Años después este interés se convertiría en una afición que desarrollaría lentamente. Con 14 años mis padres me regalaron mi primera réflex, lo que supuso un gran salto en oportunidades

De esta manera comencé a realizar pequeñas sesiones fotográficas a conocidos y gente que necesitaba cubrir diversos eventos en la zona.

El camino recorrido hasta hoy

Todo se fue cociendo a fuego lento hasta que hace 2 años comencé a colaborar con fotógrafos de boda, dónde pude acabar de pulir mis habilidades y consolidarme como profesional en el sector. A día de hoy, más de 20 bodas avalan mi trayectoria.

Durante toda esta experiencia, se ha ido conformando y moldeando mi visión de la boda, estableciéndose firmemente mi manera personal de atajar este tipo de evento tan importante en la vida de cualquiera.

Mi visión personal sobre el matrimonio

Una boda no es un espectáculo ni una puesta en escena: es un rito profundamente humano, el encuentro de dos trayectorias que deciden entrelazarse en libertad.

Es un momento que no necesita coreografías ni artificios, porque su belleza reside en lo que es, no en lo que se aparenta. Una boda es vida que se manifiesta: en la risa que escapa sin avisar, en el temblor de una mano, en la mirada que se detiene más de la cuenta.

Por eso, no intervengo. No dirijo, no interrumpo. Me mantengo en el margen, en silencio, dejando que el tiempo corra como debe correr.

Mi cámara no crea momentos, los guarda. No busca la perfección estética, sino la verdad emocional. Porque creo que la autenticidad es lo que perdura.

Soy testigo, no protagonista. Documentar una boda es, para mí, un acto de reverencia hacia lo que ocurre sin necesidad de ser explicado.

Entro y salgo con la ligereza del que sabe que el amor, cuando es real no necesita decorado.